Els mostro aquí un petit recorregut per alguns dels anuncis de la marca alemanya d'auriculars KOSS. Crec que ens pot suggerir quin tipus d'imaginari sobre allò privat i allò públic dominava el món de la industria a diferents dècades:
Anys 50
Anys 60
Anys 70
Anys 80
Anys 90
7/2/11
per què posem cortines a les finestres?
Les ofrezco otro problema a debatir: cuando estamos en los países nórdicos, una de las cosas que nos sorprende a los mediterráneos es el hecho de que en la mayoría de los hogares, una vez ha caido la noche, no corren las cortinas de sus ventanas. Resultado: se vé todo, a diferencia de la mayoría de hogares de nuestro entorno, que casi siempre tienen las cortinas puestas.
Una vez, estando en Estocolmo, comenté el hecho a un amigo local. Dije: ¡Qué interesante este aspecto “protestante” de la gente! ¡qué presente está esta idea de que “no tengo nada que ocultar”! A lo que mi amigo replicó: “¡Qué equivocado estás! No tiene nada que ver con eso. Se trata de que la gente da por sentado de que nadie va a mirar”. Enseguida me di cuenta de mi error: la privacidad no es tanto una cuestión relativa a la intimidad, sino a la condición de la mirada, a su construcción social. ¡Qué razón tenía mi amigo! La cuestión era que yo no puedo evitar mirar, y los suecos sí pueden. Las conclusiones que de esto se derivan son de lo más suculento, pues nos ayudan a desmitificar cuestiones “esencialistas” como “intimidad” y poner más el acento en cómo la justificamos en la visualidad. Ahí les dejo eso. ¿Qué opinan?
Una vez, estando en Estocolmo, comenté el hecho a un amigo local. Dije: ¡Qué interesante este aspecto “protestante” de la gente! ¡qué presente está esta idea de que “no tengo nada que ocultar”! A lo que mi amigo replicó: “¡Qué equivocado estás! No tiene nada que ver con eso. Se trata de que la gente da por sentado de que nadie va a mirar”. Enseguida me di cuenta de mi error: la privacidad no es tanto una cuestión relativa a la intimidad, sino a la condición de la mirada, a su construcción social. ¡Qué razón tenía mi amigo! La cuestión era que yo no puedo evitar mirar, y los suecos sí pueden. Las conclusiones que de esto se derivan son de lo más suculento, pues nos ayudan a desmitificar cuestiones “esencialistas” como “intimidad” y poner más el acento en cómo la justificamos en la visualidad. Ahí les dejo eso. ¿Qué opinan?
Al fil d'una anècdota
Contaré una anécdota que nos puede introducir en las cuestiones sobre los privado y lo público. Hace ya unos años, estando yo en un autobús público de Barcelona, vi a una mujer joven de unos 30 años de edad manteniendo una conversación a través de su móvil. En una discusión algo acalorada, la joven espetó a su interlocutor: “Nunca me he corrido contigo”. Las palabras resonaron en el aire denso del autobús. La mayoría de los presentes habíamos estado oyendo la conversación desde hacía rato: era inevitable no escuchar. Entre los presentes, nos mirábamos como si estuviéramos molestos por tener que soportar la escucha de algo tan privado, pero al mismo tiempo, había algo de fascinante en todo ello. Ajenos al problema que había suscitado el tenso diálogo (monólogo), y distanciados de la escena como si de un actor (o la radio) se tratara, asistíamos a una performance, a una obra de teatro. La presencia de esa información privada entre los presentes convertía a esa conversación en espectáculo público.
Inmediatamente me puse a pensar que, muy posiblemente, esa mujer podía hablar con toda tranquilidad de algo tan íntimo, compartiéndolo con extraños, porque no consideraba que el autobús fuera un espacio público; o sea, privatizaba el espacio. Al mismo tiempo, para nosotros, el espacio público ya no era eso, un espacio público, sino un escenario en el que percibir a un montón de actores privados que despliegan públicamente su intimidad (pensemos en los mp3, en las conversaciones de móvil, en los lavabos transparentes de muchas discotecas, en las músicas que salen de los automóviles, etc., etc.)
Como actores desvinculados que todos acabamos siendo, rompemos constantemente los guiones comunes previstos cuando suena el móvil, al levantarnos de una reunión para contestar, cuando estamos en clase, en el cine o en el teatro, cuando viajamos en el tren, cuando cenamos en un restaurante, etc. Porque esos guiones ya no son comunes, sino que están sometidos a la ley general de lo privado, que es la que prima en la actual filosofía social de la comunicación. No hay guión sobre el escenario, sino actores con sus propias obras.
¿No es el espacio público como la playa, en donde todos nos mostramos “intimamemente”; un escenario en el que se permite y tolera lo privado?
Inmediatamente me puse a pensar que, muy posiblemente, esa mujer podía hablar con toda tranquilidad de algo tan íntimo, compartiéndolo con extraños, porque no consideraba que el autobús fuera un espacio público; o sea, privatizaba el espacio. Al mismo tiempo, para nosotros, el espacio público ya no era eso, un espacio público, sino un escenario en el que percibir a un montón de actores privados que despliegan públicamente su intimidad (pensemos en los mp3, en las conversaciones de móvil, en los lavabos transparentes de muchas discotecas, en las músicas que salen de los automóviles, etc., etc.)
Como actores desvinculados que todos acabamos siendo, rompemos constantemente los guiones comunes previstos cuando suena el móvil, al levantarnos de una reunión para contestar, cuando estamos en clase, en el cine o en el teatro, cuando viajamos en el tren, cuando cenamos en un restaurante, etc. Porque esos guiones ya no son comunes, sino que están sometidos a la ley general de lo privado, que es la que prima en la actual filosofía social de la comunicación. No hay guión sobre el escenario, sino actores con sus propias obras.
¿No es el espacio público como la playa, en donde todos nos mostramos “intimamemente”; un escenario en el que se permite y tolera lo privado?
Una primera reflexió per a començar
Permeteu-me que comenci a abocar unes primeres idees: com fer un petit resum del que jo crec és el mapa general de la qüestió entre privacitat i allò públic. El faig en castellà, perque així em va sortir ahir a la tarda.
Durante el siglo XX, se creó una fuerte división entre lo privado y lo público. Lo privado quedaba simbolizado en la expresión “hogar, dulce hogar”: quedó enquistado en el hogar, estuche del individuo moderno moldeado por la familia, por el bienestar y por unos medios de comunicación domésticos y transportes (coche) que permitían la conexión con el exterior y la capacidad de enjuiciar el mundo exterior.
Por el contrario, el espacio público se convirtió en símbolo de conficto. Espacios problemáticos, sujetos a las manifestaciones políticas, desigualdades sociales y a las tensiones de un sistema productivo generador de grandes tensiones (“la jungla del asfalto”).
Sin embargo, esta marcada división entre lo privado y lo público estaba sujeta a no pocas mitologías e intereses. Primero: el hilo conductor del imaginario sociocultural del siglo XX, la velocidad, permitía elaborar temores sobre los que diseñar esa misma frontera: lo privado era el lugar en donde domesticar la velocidad de los tiempos. Lo público era el espacio en donde la velocidad mostraba su cara menos amable. Para ello, lo público fue paulatinamente presentado en términos de seguridad: control y vigilancia, legislación represiva, espacios comerciales y de ocio.
Y segundo: la construcción del espacio privado como núcleo principal del individuo venía marcada por una economía familiar, motor del consumo. En la medida en que la estructura familiar en los países de occidente se ha transformado a causa de los cambios en la planificación familiar, en los modos de convivencia y en el mercado laboral, la familia ha dejado de ser el motor de consumo, para centrarse en el individuo como actor principal de los nuevos mercados. Algo que ya se había desarrollado paradójicamente en el núcleo del sacrosanto hogar: la autogestión (el self-service, el “do-it-yourself” o “me lo hago yo mismo”, el bricolage, la tarjeta de crédito, el pago a plazos, la automedicación, etc…). Una autogestión, embrión del emblema individualista por excelencia, el de Juan Palomo: “yo me lo guiso, yo me lo como”.
En la actualidad, el mito de la velocidad del siglo XX está siendo sustituido por el de movilidad, en un contexto general marcado por la globalización, la estandarización y miniaturización digital de los medios, que permite la portabilidad de los dispositivos de comunicación. El cambio de patrón de la clásica división entre lo público y lo privado ha dado paso a una fusión o confusión. Lo público se introduce en lo privado y viceversa. Lo público es percibido como un espacio de intercambio de psicologías (redes sociales, nuevos conceptos del entretenimiento de masas) y lo privado invade lo público a través de la ubicuidad de las tecnologías portátiles. Sin embargo, estaríamos equivocados si pensáramos que han sido las nuevas tecnologías las que han producido este cambio. Más bien, éstas han recogido algunas de las tensiones latentes que ya se apreciaban en el siglo XX. Ciertas necesidades y cambios de comportamiento social han conllevado el auge de las nuevas tecnologías. Es muy importante tener esto presente.
Durante el siglo XX, se creó una fuerte división entre lo privado y lo público. Lo privado quedaba simbolizado en la expresión “hogar, dulce hogar”: quedó enquistado en el hogar, estuche del individuo moderno moldeado por la familia, por el bienestar y por unos medios de comunicación domésticos y transportes (coche) que permitían la conexión con el exterior y la capacidad de enjuiciar el mundo exterior.
Por el contrario, el espacio público se convirtió en símbolo de conficto. Espacios problemáticos, sujetos a las manifestaciones políticas, desigualdades sociales y a las tensiones de un sistema productivo generador de grandes tensiones (“la jungla del asfalto”).
Sin embargo, esta marcada división entre lo privado y lo público estaba sujeta a no pocas mitologías e intereses. Primero: el hilo conductor del imaginario sociocultural del siglo XX, la velocidad, permitía elaborar temores sobre los que diseñar esa misma frontera: lo privado era el lugar en donde domesticar la velocidad de los tiempos. Lo público era el espacio en donde la velocidad mostraba su cara menos amable. Para ello, lo público fue paulatinamente presentado en términos de seguridad: control y vigilancia, legislación represiva, espacios comerciales y de ocio.
Y segundo: la construcción del espacio privado como núcleo principal del individuo venía marcada por una economía familiar, motor del consumo. En la medida en que la estructura familiar en los países de occidente se ha transformado a causa de los cambios en la planificación familiar, en los modos de convivencia y en el mercado laboral, la familia ha dejado de ser el motor de consumo, para centrarse en el individuo como actor principal de los nuevos mercados. Algo que ya se había desarrollado paradójicamente en el núcleo del sacrosanto hogar: la autogestión (el self-service, el “do-it-yourself” o “me lo hago yo mismo”, el bricolage, la tarjeta de crédito, el pago a plazos, la automedicación, etc…). Una autogestión, embrión del emblema individualista por excelencia, el de Juan Palomo: “yo me lo guiso, yo me lo como”.
En la actualidad, el mito de la velocidad del siglo XX está siendo sustituido por el de movilidad, en un contexto general marcado por la globalización, la estandarización y miniaturización digital de los medios, que permite la portabilidad de los dispositivos de comunicación. El cambio de patrón de la clásica división entre lo público y lo privado ha dado paso a una fusión o confusión. Lo público se introduce en lo privado y viceversa. Lo público es percibido como un espacio de intercambio de psicologías (redes sociales, nuevos conceptos del entretenimiento de masas) y lo privado invade lo público a través de la ubicuidad de las tecnologías portátiles. Sin embargo, estaríamos equivocados si pensáramos que han sido las nuevas tecnologías las que han producido este cambio. Más bien, éstas han recogido algunas de las tensiones latentes que ya se apreciaban en el siglo XX. Ciertas necesidades y cambios de comportamiento social han conllevado el auge de las nuevas tecnologías. Es muy importante tener esto presente.
Introducció a una reflexió/debat sobre la privadesa
Hola amics i amigues. Encetem aquí el diàleg -espero que no monòleg- a l'entorn de la privadesa, en el marc del projecte Trilogia de la Privadesa que acull Roca Umbert / Fàbrica de les Arts.
La idea és anar penjant ara per ara alguns materials i reflexions perque tots plegats compartim opinions i perspectives, abans de trobar-nos tots i totes a la xerrada del dia 18 de febrer. D'aquesta manera, quan ens trobem segur que tindrem un petit mapa d'allò que pensem. Si us plau, no us talleu a l'hora de dir la vostra, sigui el que sigui.
Comencem amb una petita bibliografia, facil de trobar tant a llibreries com biblioteques, i també a internet per aquells i aquelles que siguin més hàbils a la xarxa. He triat materials en castellà:
Marc Augé, Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad, Gedisa, Barcelona, 1994
Patrice Flichy, Una historia de la comunicación moderna. Espacio público y vida privada, Gustavo Gili, Barcelona, 1993 (París, 1991)
David Lyon, El ojo electrónico. El auge de la sociedad de la vigilancia, Alianza, Madrid, 1995
Richard Sennett, El declive del hombre público, Península, Barcelona, 1978 (New York, 1977)
Manuel Delgado, El animal público, Anagrama, Barcelona, 1999
Jorge Luis Marzo, Me, Mycell and I. Tecnología, movilidad y vida social, Fundació Tàpies, Barcelona, 2003, 230 pp. (descarregable aquí)
Jorge Luis Marzo, “Quietos a la velocidad de la luz. Apuntes críticos”, a La materialidad de la identidad (Elixabete Imaz, ed.), Red de investigadores "Las astucias de lo social", Hariadna Editoriala, Donostia, 2007 (descarregable aquí)
La idea és anar penjant ara per ara alguns materials i reflexions perque tots plegats compartim opinions i perspectives, abans de trobar-nos tots i totes a la xerrada del dia 18 de febrer. D'aquesta manera, quan ens trobem segur que tindrem un petit mapa d'allò que pensem. Si us plau, no us talleu a l'hora de dir la vostra, sigui el que sigui.
Comencem amb una petita bibliografia, facil de trobar tant a llibreries com biblioteques, i també a internet per aquells i aquelles que siguin més hàbils a la xarxa. He triat materials en castellà:
Marc Augé, Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad, Gedisa, Barcelona, 1994
Patrice Flichy, Una historia de la comunicación moderna. Espacio público y vida privada, Gustavo Gili, Barcelona, 1993 (París, 1991)
David Lyon, El ojo electrónico. El auge de la sociedad de la vigilancia, Alianza, Madrid, 1995
Richard Sennett, El declive del hombre público, Península, Barcelona, 1978 (New York, 1977)
Manuel Delgado, El animal público, Anagrama, Barcelona, 1999
Jorge Luis Marzo, Me, Mycell and I. Tecnología, movilidad y vida social, Fundació Tàpies, Barcelona, 2003, 230 pp. (descarregable aquí)
Jorge Luis Marzo, “Quietos a la velocidad de la luz. Apuntes críticos”, a La materialidad de la identidad (Elixabete Imaz, ed.), Red de investigadores "Las astucias de lo social", Hariadna Editoriala, Donostia, 2007 (descarregable aquí)
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