Jacqueline Chanda
Doctora en Filosofía y Letras
Ver al otro a través de nuestros propios ojos: problemas en la educación multicultural. El estado de la pedagogía artística multicultural
Ver al otro a través de nuestros propios ojos: problemas en la educación multicultural. El estado de la pedagogía artística multicultural
El rostro de Estados
Unidos ha cambiado rápidamente, dejando de ser un «crisol» formado por gentes
de diversos países que se esforzaban por asimilarse a una masa homogénea para
pasar a ser una sociedad multiétnica en la que las culturas se esfuerzan por
conservar su individualidad. Este cambio paradigmático también ha reorientado
el énfasis educativo, que ha pasado de resaltar las cosas en las que las
personas se parecen a destacar los rasgos en que se diferencian. La perspectiva
que subyace en estos cambios parte de la idea de que comprender las diferencias
les permite a las personas valorar y finalmente comprender a los otros.
Esta transformación no se ha conseguido de
manera sustancial en el ámbito de la pedagogía artística, porque muchos de
nosotros todavía creemos en una estética universal. Una estética universal
asume que todas las personas responderán al arte, o a las cosas bellas, de la
misma forma. Por suerte o por desgracia, este no es el caso. Digo «por
desgracia» porque la vida sería más sencilla si existiese tal cosa como un
lenguaje universal que nos permitiese a todos comprender las acciones y las
ideas de los demás. También digo «por suerte» porque si todos fuésemos lo mismo
gracias a una estética y un lenguaje universales, la vida sería bastante
aburrida. Así que según algunos estudiosos la diferencia es una cosa buena y
debería celebrarse, en tanto que para otros «siempre habrá un umbral más allá
del cual la diferencia se vuelve intolerable». (Berger, 1992)
Por lo general, nuestro contexto cultural
determina nuestra forma de ver e interpretar el mundo. Probablemente la
expresión «lo que para unos es basura para otros es un tesoro» resuma la idea
de que las diversas culturas y las personas en general ven las cosas de forma
diferente, y responden a ellas también de forma diferente. Pero hablar de
basura y de tesoros posiblemente implique simplificar en demasía este tema,
sobre todo si tomamos el ejemplo que nos proporciona Smith (1994), quien indica
que el progreso de la educación en una cultura islámica tradicional viene
marcado por la repetición de información recibida, no por el desarrollo de
inteligencia crítica. Esta diferencia es importante, porque afecta al modo en
que el estudiante islámico participa en clase y percibe sus trabajos. Sin
embargo, ¿cómo podemos llegar a comprender la diferencia? Algunas personas
dicen que nos es imposible, y otras dicen que es posible mediante la
imaginación empática (Blocker, 1993). En mi opinión, es posible cuando nos
atrevemos a ver de qué modo su filosofía vital refleja la nuestra y es análoga
a ella, y a vernos a nosotros mismos en el Otro. (Chanda, 1995)
El hecho de que Smith reconozca que en
determinado momento de la historia norteamericana también nosotros creímos que
la repetición de información recibida era la forma de educar demuestra su
capacidad para ver con los ojos del otro, para comprender de qué modo la
filosofía educativa del otro refleja la nuestra y le es análoga; para ver en
otro nuestras nociones educativas norteamericanas del pasado. Pero la cuestión
es hasta qué punto somos realmente diferentes en nuestra percepción del
objetivo de la educación. Incluso si queremos creer que nuestro sistema
educativo actual enfatiza el pensamiento crítico, en gran medida nuestro
sistema evaluativo de hoy en día todavía defiende la idea de que una buena
educación radica en la capacidad de repetir información recibida.
¿Dónde estamos, pues, en nuestras tentativas
de comprender a los otros a un nivel filosófico? Este ensayo intentará mostrar
que el arte desempeña un papel importante en el envío de mensajes culturales o
sociales, que los mensajes enviados no siempre son los mensajes que luego se
reciben, que los conceptos de comprensión filosófica deberían estar en la base
de la pedagogía multicultural, que para dar forma al entendimiento
multicultural es necesario que hayamos recibido el mensaje que se nos quería
enviar, y que para recibir ese mensaje tenemos que centrarnos más en los
fundamentos filosóficos de la cultura, el individuo o la sociedad que estén
enviando dicho mensaje.
¿Por qué es necesario este cambio? Echar un rápido
vistazo a la historia de la educación multicultural en el ámbito de la
pedagogía artística en Estados Unidos nos ayudará a reconocer los problemas
inherentes a nuestras perspectivas actuales.
La historia de la pedagogía artística
multicultural
Los temas relacionados con el
multiculturalismo comenzaron a atraer la atención de la educación en general y
del público con las leyes de no segregación promulgadas en los años cincuenta,
y con el movimiento a favor de los derechos civiles de los años sesenta. Con
anterioridad, las ideas de diferencia eran ignoradas. Se asumía que realmente
existía un país unificado. Un artículo, «A Portrait of the American People»,
publicado en 1945 en el Natural History
Magazine, demuestra la ceguera de Estados Unidos hacia aquellos Otros que
también ocupaban el mismo territorio: este artículo habla de la creación de dos
esculturas que serán utilizadas como testamento del «carácter» de la
nacionalidad norteamericana. Las características físicas de la estatua
masculina se definieron a partir de los datos disponibles que procedían de
miles de hombres blancos originarios de diversas partes de Estados Unidos
(Berger, 1992). Aquel hombre representaría un modelo de perfección «normal», y
tiene un nombre muy apropiado: Norman.
Esta perspectiva estética en relación con el
norteamericano «normal» prevaleció en la mayoría de las instituciones
culturales en las que a los niños se les enseñaba historia únicamente desde la
perspectiva de los padres fundadores europeos. Los indios americanos solo se
mencionaban en el contexto de las conquistas en el Oeste de los vaqueros
blancos; la esclavitud de los afroamericanos solamente se mencionaba en
relación con la Guerra Civil, si es que se mencionaba; los hispanos se
mencionaban solo en relación con la guerra entre México y Estados Unidos, y los
asiáticos americanos se omitían completamente, o bien se aludían con brevedad
en relación con la construcción del ferrocarril. Por fortuna, los ojos de la
sociedad americana se abrieron durante los desórdenes que se produjeron en la
época de la lucha por los derechos civiles, se pasó una nueva página en la
historia norteamericana, y nació el multiculturalismo.
A pesar de que la decisión de la Corte Suprema
en relación con los derechos civiles se tomó en 1954, las instituciones
culturales no empezaron a diversificar su contenido curricular hasta principios
de los años setenta. En aquella década, por primera vez, comenzó a solicitarse
e incluso a exigirse que se incluyese la historia y la cultura de pueblos diferentes
a la mayoría europeo-americana. Lo que en los años sesenta había comenzado como
programas secundarios (Cultura afroamericana, Cultura chicana, Cultura
feminista) diseñados para satisfacer a los estudiantes afroamericanos y
chicanos y a las mujeres estudiantes —obsérvese que no había nada del estilo de
Cultura india americana— se desarrolló más tarde para convertirse en completos
programas abiertos a todo el mundo, que son obligatorios para los estudiantes
de educación en muchas instituciones de estudios superiores. (Bennett, 1990)
Sin embargo, en la pedagogía artística no
suelen aparecer asignaturas multiculturales como parte de los programas de
licenciatura y doctorado. Muchas universidades no exigen que sus estudiantes
hagan un curso de pedagogía artística que se centre en los temas
multiculturales en el aula k-12.1 En el ámbito de los currículums
k-12 de pedagogía artística, las preocupaciones de las minorías, todavía siguen
siendo asignaturas secundarias en muchos lugares. Estas asignaturas se enseñan
en ocasiones especiales, o en momentos determinados del año. Por ejemplo, se
enseña arte afroamericano durante el Mes de Historia Afroamericana que tiene
lugar en febrero, o se enseña arte hispano durante las celebraciones del «Cinco
de Mayo»,2 en mayo.
Desde los años ochenta y noventa, la
preocupación por una educación multicultural ha ido creciendo debido a los
cambios demográficos. La mayoría de las personas probablemente ya saben que en
el año 2050 la mayoría se habrá convertido en minoría, y que la llamada
«minoría» será la nueva mayoría (Krellogg, J. B., 1988). En otras palabras,
habrá más norteamericanos no blancos que blancos. Enfrentados con la no
segregación de los años sesenta y con los cambios demográficos de los ochenta y
los noventa, la pedagogía artística y los departamentos de pedagogía en general
se han esforzado por diversificar el currículum, ampliando el número de temas
que abarca.
Ahora estamos ya en el siglo XXI. Y cuando
entramos en una clase hoy en día, vemos que en las paredes se exponen obras de
arte de diversas culturas, vemos a estudiantes que crean y analizan obras de
arte realizadas por artistas africanos, indios, hispanos, y en otros contextos
que no están directamente vinculados a la tradición occidental. Los estudiantes
en prácticas están creando materiales curriculares que suelen centrarse en
otras culturas, o que contienen elementos multiculturales. En la actualidad,
los materiales curriculares que se comercializan contienen numerosos ejemplos
de obras de arte procedentes de una gran variedad de culturas, y existen libros
dedicados exclusivamente al arte de culturas concretas.3 Parece
haber aumentado la presencia de materiales multiculturales para los formadores.
Según una reseña en «Recursos formativos» aparecida en el Journal of Art Education, los contenidos no occidentales se han
incrementado de forma drástica desde 1993. Desde 1993-1994, el 44% de la
sección «Recursos formativos» en el Journal
of Art Education contenía algún contenido multicultural; desde 1997-1998,
el porcentaje era de un 45%; y desde 2001-2002, de un 72%.
¿Es este aumento una indicación de que hemos
logrado el objetivo de la educación multicultural? «Multiculturalismo»
significa «muchas culturas». «Cultura», la parte más importante del término
«multiculturalismo», se define como el conjunto de ideas, costumbres,
habilidades, artes etc. de un pueblo determinado en un período histórico
determinado. Así, una educación multicultural debería incluir las ideas,
costumbres, habilidades, artes etc. de diferentes pueblos en un período
histórico determinado. Algunos antropólogos han definido la cultura como una
forma común de percibir, creer, evaluar y comportarse (Goodenough, W., 1986).
Otros la han descrito como una organización compartida de ideas, que incluye
los estándares intelectuales, morales y estéticos. Por lo tanto, además de las
ideas, las costumbres y las habilidades, los estudios culturales deberían
centrarse en los modelos de comportamiento, los símbolos, las instituciones,
los valores y otros componentes sociales creados por el ser humano.
El objetivo más importante de la educación
multicultural ha sido «ampliar los estudios» partiendo de una perspectiva que
contemplase la historia y las tradiciones culturales de los grupos minoritarios
en Estados Unidos. Se espera que «un conocimiento bien fundamentado de estas
culturas genere una mejor apreciación y mayor tolerancia de la diferencia.»
(Adejumo, 2002, p. 34). Stuhr (1994) y Daniel (1990) han indicado que la
pedagogía artística multicultural debería ser un instrumento de la reforma
educativa y social. El propósito, por tanto, es mejorar la conciencia social y
cultural y potenciar la capacidad de los estudiantes para tomar decisiones bien
fundamentadas y emprender la acción social (tal como se cita en Adejumo, 2002).
Si el objetivo es el concepto más general de ampliar la percepción que los
niños tienen de la historia y las tradiciones culturales, habría que decir que
en Estados Unidos ese objetivo se ha cumplido, porque desde luego los niños son
más conscientes de la existencia de una gran variedad de culturas. Pero, ¿acaso
esta conciencia los prepara para aceptar y acoger la diferencia como un aspecto
positivo de la sociedad, y los encamina hacia la transformación social?
Yo diría que no, ya que los temas sociales que
tienen que ver con aspectos raciales no se han resuelto en Estados Unidos. No
solo tenemos todavía personas que ocupan cargos de importancia y que consideran
la diferencia una amenaza (Trent Lott)4 que explica la segregación,
sino que tenemos también elecciones en las que los votos de las minorías se
mitigan —literalmente se infringen los derechos al voto de las minorías—, y
tenemos jóvenes que luchan y se implican en disturbios raciales, jóvenes que no
eran indiferentes a los movimientos en defensa de los derechos civiles, pero
que, sin embargo, simplemente no pueden tolerar la diferencia. Así que quizás
sea verdad que «siempre habrá un umbral más allá del cual la diferencia se
vuelve intolerable» (Berger, 1992). ¿Hemos alcanzado ya este umbral? ¿Cuál
debería ser el objetivo de la educación multicultural, a fin de poder cruzar
este umbral de intolerancia?
Problemas con la pedagogía artística
multicultural
La cultura, cualquiera que sea la definición
escogida, no es estática. Cambia. Algunas culturas crecen; otras van
desapareciendo, en tanto que se desarrollan otras nuevas. hooks ha
proporcionado un ejemplo interesantes de esta noción de cambio cultural.
«Una tarde, hace poco, mientras estaba
cocinando en la cocina de mi casa, me cautivó por la belleza acústica de los
idomas africanos en que hablaban unos niños que pasaban por la calle en aquel
momento. Pero cuando me asomé a la ventana para observarlos vi que no eran
niños negros, sino solamente niños blancos. Aquellos niños no procedían de un
contexto material privilegiado. Van a una escuela pública en la que los niños
negros son la mayoría. Las maneras, el estilo, incluso las voces de aquellos
niños blancos habían llegado a parecerse mucho a los de sus compañeros negros,
y no debido a ninguna clase de actos sofisticados de apropiación cultural, ni
por ningún deseo intencional de «comerse a los otros». Sencillamente, estaban
en el mismo espacio compartiendo la vida; volviéndose más unidos, formándose en
su relación mutua, en relación con lo que les parecía lo más real.» (hooks,
1995, p. 10.)
Estos niños tenían la ocasión de experimentar
la cultura negra hasta un punto en que su comportamiento, y muy probablemente
su forma de pensar, se habían transformado.
El problema más importante, en el ámbito de la
pedagogía artística multicultural que yo he visto mejorar en muchas de las
escuelas norteamericanas, es que no existe la oportunidad de experimentar la
cultura; y que lo que se presenta suele ser una trivialización o una
simplificación excesiva de las características culturales que definen al otro.
No hace mucho escuché a una profesora describir con gran orgullo un ejercicio
multicultural en el que se representaba una obra de arte —Tar Beach— realizada por la artista afroamericana Faith Ringgold, y
otra obra —The Fair in Reynose/La feria
en Reinosa— por la artista hispana Carmen Lomas Garza. La profesora explicó
que Tar Beach se había recreado en
una esquina de la sala, y el cuadro de Carmen Lomas en la otra esquina. También
explicó que la obra de Faith Ringgold se había recreado colocando un trozo de
papel negro sobre el suelo para emular el tejado; sobre el trozo de papel, una
mesa y unas sillas, y platos con trozos de sandía. Para la obra de la artista
hispana se habían utilizado unas casetas fabricadas en serie, a fin de recrear
las casetas que utilizan los vendedores ambulantes para vender su mercancía.
Aquellas casetas contenían alimentos, por ejemplo tacos, y objetos mexicanos,
como piezas de cerámica. Los estudiantes podían entrar en los espacios que
recreaban las obras, y hasta cierto punto experimentar tanto las obras como la
cultura por dentro y por fuera. Es cierto que desde luego aquello constituyó
una experiencia nueva para la mayoría de los estudiantes; la cuestión es: ¿qué
aprendieron los niños sobre multiculturalismo o sobre cultura, que es en
realidad el objetivo de una educación multicultural?
MI primera reacción a la descripción de la
obra de Faith Ringgold fue preguntarme por qué se había decidido representar la
sandía. Todo el mundo sabe —o quizá no— que las imágenes de afroamericanos
comiendo sandía constituyen un estereotipo. Mi reacción fue, como poco,
negativa. Pero la profesora estaba orgullosa de haber utilizado una obra de
arte sobre la cultura afroamericana. Había descrito la representación desde su
perspectiva, y lo que ella veía no era lo que yo veía.
Así pues, ¿qué aprendieron los estudiantes de
aquella experiencia? Me resultaría difícil decirlo, puesto que yo no estuve
allí. Sin embargo, puedo especular que más allá de los aspectos materiales de
ambas culturas —la sandía y los tacos—, realmente los niños no aprendieron
mucho sobre la cultura afroamericana o hispana. En este caso concreto las
culturas de los afroamericanos y los hispanos se habían convertido en objetos,
y los objetos se habían convertido en cultura. Estos objetos tienen la
capacidad de perpetuar los estereotipos culturales, que en sí mismos perpetúan
y sostienen actitudes e ideologías racistas.
La verdadera cuestión, por lo tanto, no es una
cuestión de la representación o de la programación de un número mayor de clases
dedicadas a mostrar obras de arte que no proceden del colectivo mayoritario, ni
tampoco a la presentación de ejemplos de diversidad entre la selección de obras
de arte que se utilizan en una unidad, o en una lección, o en un libro de
texto; la cuestión es comprender al otro cuando tenemos que adoptar una postura
diferente y comenzar a centrarnos en la naturaleza filosófica del contenido, o
en la estética de las obras de arte, a fin de descifrar las formas de
percepción, los modelos de comportamiento, los símbolos, los valores y los
estándares estéticos del Otro.
Para tener una verdadera experiencia
multicultural, en el caso de Tar Beach
los niños deberían haber aprendido más sobre la transmisión oral de historias
que se practicaba en el hogar de Ringgold durante su infancia —y, en mayor
medida, sobre la transmisión oral de historias que, históricamente, forma parte
importante de los hogares afroamericanos—, o sobre las condiciones sociales que
impulsarían a una niña a querer «volar sobre algo» a fin de poseerlo. Esta obra
de arte es en realidad una historia sobre la familia de Ringgold, y en concreto
sobre la vida de su padre y sobre las ansias de la artista de transformar
aquella vida.
Hubiera sido necesario comprender, por
ejemplo, que incluso aunque los hombres negros trabajasen en la construcción
les estaba prohibido pertenecer al sindicato porque sus padres no habían
pertenecido a él. Pero que era imposible que ningún hombre negro, en los años
cuarenta, hubiese tenido un padre que fuese miembro del sindicato, porque en
aquellos tiempos la segregación era todavía la norma, y no la excepción. Esta
injusticia impidió que el padre de Faith Ringgold tuviese trabajo durante los
meses de invierno, lo que hizo aumentar las dificultades económicas que su
familia y muchas otras más familias afroamericanas que vivían en el norte
tuvieron que atravesar durante los años cuarenta, y perpetuó así posibles
círculos de pobreza. Esta es la razón por la que cuando Faith Ringgold era una
niña quería volar sobre la sede del sindicato, a fin de que este le
perteneciese y ya no importase «que [su padre] no perteneciera al viejo
sindicato, o si [su padre] era de color o un indio mestizo» (Ringgold, 1991). A
pesar de que esta obra de arte se creó en 1988, refleja experiencias sufridas
por afroamericanos en el norte durante los años cuarenta, y también los modelos
de comportamiento, las formas de pensar y los valores no solo de la familia de
Ringgold, sino de las familias afroamericanas en general, en aquella época.
Comprender las manifestaciones culturales a
través del estudio del arte requiere alejarse de la visión de los objetos y
echar un vistazo a la naturaleza filosófica de la manifestación artística.
Dubuffet lo confirma al afirmar que la pintura (como cualquier arte) es una
máquina para transmitir filosofía (citado en Yves-Alain Bois, Painting as Mode, 1993). Por lo tanto,
es necesario contemplar el objeto con los ojos del otro, y sentir el deseo de
comprender sus sistemas de creencias y sus formas de pensar.
Desafortunadamente, por lo general
contemplamos las obras de arte con los ojos de la cultura dominante, porque en
principio estamos condicionados para pensar desde una perspectiva normativa.
Esto es, a pensar de una forma que concuerde con los estándares y los modelos
que corresponden a la media de un grupo grande. Ello complica más todavía esta
cuestión, porque, dado que yo soy un producto al menos de tres culturas —la
cultura norteamericana en general, la cultura afroamericana y la cultura
india—, voy a tener varias lentes a través de las cuales observar una obra de
arte. Lo cual significa que también yo, en mi condición de miembro de una
minoría, debo realizar algunos ajustes en mi forma de ver y comprender que
«toda identidad se construye a partir de la diferencia» (Hooks, 1995, p. 11).
Ver a los otros con muchos ojos distintos
Las obras de arte pueden leerse en numerosos
niveles: desde las perspectivas del observador, desde su propia perspectiva
histórico-cultural y desde la perspectiva del creador. Una obra de arte leída
por una persona ajena a ella descubre la posición de dicha persona; una obra
leída en su contexto histórico intenta revelar la perspectiva de la persona que
la ha creado, y una obra de arte leída desde la perspectiva de su creador
revela las ideas sociales y culturales de dicho autor. Si solamente vemos a los
otros con nuestra visión individual, estamos viendo únicamente la mitad de la
imagen. Las obras de arte constituyen vehículos perfectos para descubrir cómo
nosotros y los demás percibimos y comprendemos el mundo, y cómo percibimos y
comprendemos al Otro. El problema parece ser doble, porque tenemos que tratar
con culturas que nos son muy ajenas, y con culturas que están cerca y separadas
de nosotros.
Las descripciones y las interpretaciones de un
objeto artístico visto con los ojos de alguien que no está familiarizado con la
cultura de la que el objeto procede reflejarán únicamente los conceptos
filosóficos, los ideales y la historia de esta persona, no los de la cultura
que se está estudiando. Una estatua ikenga
creada por el pueblo Igbo en Nigeria puede experimentarse de diferentes maneras
dependiendo de si uno mismo es Igbo, o bien un etnógrafo británico del siglo
xix.
Los primeros documentos escritos que tratan
sobre los ikenga proceden de los
testimonios documentales y las descripciones etnográficas europeos. Uno de los
primeros escritos data de 1880, y describe los ikenga como «un ídolo de madera pintado de forma curiosa» (Burdo,
1880, p. 186). También indica dónde se encontraron los objetos —en repisas
dentro de las casas—, y que se les ofrecían libaciones. «Finalmente [el jefe]
tomó una jarra de vino de palma y vertió un poco sobre las cabezas de los tres
ídolos mientras invocaba para sí, para su familia y para sus parientes
fallecidos los favores de Tshuku» (Burdo, 1880, p. 186). Mockler-Ferryman
(1892) se refiere muy brevemente a los ikenga
describiéndolos como «fetiches elaborados que representan figuras grotescas de
hombres y mujeres desnudos, y normalmente muy desproporcionados» (p. 35).
Meek (1873), que probablemente fuese una de
las primeras personas que escribieron sobre la finalidad de los ikenga; indica que el ikenga es la personificación de la
fuerza del brazo de un hombre y de su buena suerte, y relaciona los ikenga con la práctica de la caza de
cabezas, por lo que estarían asociados con el principal culto vinculado a la
caza de cabezas, llamado Ekweesu, un espíritu maligno que puede compararse a
Satán o al Demonio. Meek (1873) afirma que «Cuando un hombre había conseguido
la cabeza de un enemigo en la guerra, la llevaba inmediatamente al sacerdote de
Ekweesu… La cabeza se depositaba ante la imagen tallada de la deidad (el ikenga)» (p. 39). Tras las ceremonias,
que incluían sacrificios, el guerrero bailaba en público sosteniendo la cabeza
con la mano izquierda y el machete en la mano derecha.
Basden (1966) describe los ikenga como yu-yu que representan al dios «Ikenga», el ídolo jefe, que se
encontraba en el interior de cada casa. «También hay ídolos para la ciudad, y
cada Casa de Gobierno cuenta con un yu-yu
especial para los juramentos, de aspecto terrible y repugnante; objetos que es
temible contemplar, pero tan poco efectivos como feos. Ningún juramento hecho
ante tales monstruosidades se considera vinculante, y no sirven tampoco de
ningún modo para obtener la verdad y nada más que la verdad.» (p. 170)
Talbot (1969), etnógrafo, llamaba al ikenga «dios de la fortuna», y afirma
que está muy vinculado a la mano derecha. «El brazo derecho suele llamarse aka ikenga, es decir, «mano del ikenga» (p. 141). «Todos los hombres y
las mujeres tienen uno.» Talbott afirma que el pueblo Igbo reza a los ikenga para tener éxito en el comercio,
la guerra, la caza y la agricultura. Admite que «es difícil saber cómo
clasificar a los espíritus ikenga,
porque algunos igbo dicen que no son yu-yu
(Alose), en tanto que otros afirman que en algunos respectos son más como sus
ancestros.» (p. 142)
Obsérvese que estos informes no eran informes
de investigación. Como se ha dicho antes, son testimonios documentales e
informes etnográficos. Por lo tanto, no reflejan las filosofías del pueblo,
sino solamente interpretaciones de lo que se vio y se escuchó desde la
perspectiva de la persona extranjera. Estas descripciones e interpretaciones
desvelan los miedos, los estereotipos y las ideas que los exploradores y los
etnógrafos llevaban consigo en sus viajes por el continente africano. Estas
ideas y sus marcos de referencia se reflejan en los términos mismos que escogen
para describir la imagen en cuestión: «ídolo», «fetiche», «grotesco», «yu-yu»,
«terrible», «repugnante», «temible», «feo». Estas palabras reflejan con
claridad las interpretaciones y expectativas de aquellos hombres en relación
con los pueblos del denominado «continente negro».
La explicación desde la perspectiva de los
Igbo proyecta una luz diferente sobre el tema. Los Igbo son conocidos por sus
sistemas sociales, igualitarios y muy competitivos, y por su preocupación por
los logros personales. Creen que el talento debería conducir a emprender
proyectos, y emprender proyectos debería significar ascensos en la escala, y
los ascensos implicarían privilegios (Onyeneke, 1984). Se indica que «si el chi de una persona es activo, la energía
y las acciones de esa persona van bien dirigidas, y así el ikenga de esa persona es efectivo mediante el trabajo duro; uno
progresa social y económicamente, tal como muestra la adquisición de riqueza y
conocimiento» (Onwuejeouguw, 1972, op. 22).
¿Cómo se manifiestan estas ideas en el ámbito
visual? El ikenga, en su forma
material, refleja el estatus económico y social de su propietario, así como su
posición y sus logros. Los atributos del tipo de un taburete, cuchillos, la
cabeza de una víctima, una gorra, las bandas de marfil y los motivos para el
embellecimiento corporal, todos ellos incorporados a la estructura de la talla,
reflejan los atributos sociales del propietario de cada ikenga (Aniakor, 1973). Una espada en la mano derecha y la cabeza
de una víctima en la mano izquierda son símbolo de agresión. El más
característico de todos los elementos iconográficos del ikenga, la cornamenta de carnero, también transmite esta misma
connotación (Bentor, 1987).
Bentor (1987) describe diferentes tipos de ikenga para clientes diversos. Menciona
los del tipo de «guerrero», que tienen cabezas y cuchillos o espadas en la mano
derecha, y que corresponden a la etapa de la vida en la que se espera que los
hombres demuestren su destreza militar. También hay otro tipo de figura ikenga más elaborada, que tiene
superestructuras. Según Bento, estas figuras «corresponden a las etapas más
avanzadas en la vida de un hombre. En lugar del cuchillo y la cabeza humana,
estas figuras suelen mostrar un bastón y un colmillo» (p. 73). El bastón es una
señal de autoridad. El colmillo es como una trompeta que alude al poder del
elefante, símbolo de los jefes en esa zona de África.
Así que para los Igbo el ikenga es símbolo de los logros de un hombre durante su vida. Tal
como indica Afigbo (1987), «el ikenga
es el destino que un alma no nacida se prepara para sí con la ayuda de su chi antes de encarnarse en carne humana»
(p. 9). A medida que su vida avanza, el hombre hace tallar varias estatuas ikenga para reflejar su estatus. El
objeto, por lo tanto, es una representación visual del éxito sencilla o
compleja, de una forma muy semejante a la manera en que para nosotros los
coches o las casas constituyen una representación visual de nuestros éxitos en
la vida.
Las descripciones o interpretaciones desde
dentro de una cultura pueden ser igualmente dificultosas, sobre todo si la
identidad se construye por encima de las diferencias. Véase, por ejemplo, la
serie Shotgun,5 realizada
por el artista John Biggers. A partir de un recurso educativo que se facilita a
los profesores, los norteamericanos que no pertenecen a la subcultura
afroamericana podrían observar esta obra y ver la repetición de bellas
estructuras que crea la ubicación regular de las casas, y compararla con la
herencia africana de Biggers. Puede que reconozcan o no que las estructuras
arquitectónicas son casas shotgun
típicas del sur en el pasado. Puede que vean que las mujeres en los umbrales de
las puertas son ejemplos típicos del estereotipo de mujer negra robusta y
maternal.
Para un afroamericano culto, esta misma imagen
ofrecerá una lectura diferente. Puede que le hable de la «experiencia negra»,
la herencia negra, y que se refiera a la fuerza de la mujer negra en el hogar
afroamericano, y a la huida de los afroamericanos desde el sur hacia el norte,
a través del ferrocarril subterráneo, o simplemente al hecho de que lo más
frecuente es que los negros pobres vivan cerca de una estación de ferrocarril,
o más allá de las vías.
Pero ¿cuál de estas interpretaciones es verdadera? Ambas tienen cierta validez,
pero la respuesta depende de dónde resida la verdad. En mi mente, la verdad
reside en el contexto histórico y cultural que general los conceptos
filosóficos. ¿Qué conceptos filosóficos se necesitan para estudiar Shotguns, Third Ward u otras obras de Bigger a fin de lograr los objetivos de
la educación multicultural?
Haría falta comprender la relación entre la
estructura arquitectónica de la casa shotgun
y la historia de las gentes afroamericanas y de Estados Unidos en general.
«Este tipo de casa tiene la anchura de una habitación y un piso de altura, y la
profundidad de varias habitaciones (normalmente tres o más), y su entrada
principal está en el hastial. Su alineación perpendicular rompe con el modelo
común europeo-americano, en el que las aguas del tejado están a los lados y la
entrada está en la fachada, o lado más largo. Aunque las casas que tienen la
entrada en el hastial son frecuentes en algunas partes de África Central, la
casa shotgun es un híbrido que se
desarrolló en las Indias orientales y entró en Estados Unidos a través de Nueva
Orleáns a principios del siglo xix (Vlach, 1986).
Jon Biggers nació en una casa shotgun construida por su padre en
Gastonia, en Carolina del Norte. Describe estas casas en sus obras como símbolo
de la cultura afroamericana y, en concreto, como un santuario para las mujeres
en su condición de fundamento matriarcal de la familia, el hogar y la
comunidad.
Una pregunta que podría plantearse es: ¿por
qué rendir homenaje a las mujeres en su condición de fundamento matriarcal de
la familia entre los afroamericanos? Una razón para ello es el hecho de que, si
bien la sociedad norteamericana en general suele ser patriarcal, las familias
afroamericanas son predominantemente matriarcales. Esta noción se remonta a los
tiempos de la esclavitud y la época posterior a ella, cuando los hombres se
separaban de sus familias por diversas razones: el trabajo, la guerra… En
muchos casos sobre las mujeres recayó la responsabilidad de proporcionar el
sustento familiar. Además, solía ser más fácil para una mujer negra conseguir
un trabajo estable que para un hombre negro.
Incluso a pesar de que las oportunidades han
mejorado, se habla con frecuencia de la extinción del hombre negro debido a la
delincuencia y el encarcelamiento. Estados Unidos mantiene en sus cárceles a
más de un millón trescientos mil personas, una cantidad mayor que en ningún
otro país. Según la ubicación geográfica, entre un 65 % y un 85 % de las
personas que están en la cárcel son de color: de ascendencia africana, latinos
e indios americanos (Kerness, 2002). En los años cincuenta uno de los primeros
estudiosos negros, cuyo nombre era Patterson, acusó formalmente a Estados
Unidos de genocidio ante las Naciones Unidas (Patterson, 1970). Todos estos
temas perpetúan la base matriarcal de la familia negra.
El nombre shotgun
(que, según la explicación local, deriva de la posibilidad de disparar una
escopeta a través de la casa sin herir a nadie) podría derivar de la palabra
africana to-gun, que en el idioma Fon
de Benin significa «lugar de reunión». Los porches que son tan típicos de las
casas shotgun se utilizaban como
punto de reunión en el que la gente podía intercambiar las noticias del
vecindario (Wadlaw, 1995), y así representa tal «lugar de reunión». Los
recipientes que se han encontrado en los porches de las casas se remontan,
aparentemente, a los recipientes utilizados para limpiar los cerdos y para
cocer sopa. Pero estos recipientes están vinculados a creencias que prevalecían
entre los negros en el sur de Estados Unidos. Según Thompson (1995), «los
recipientes colocados ante las puertas “cocinan”, o contienen, más de lo que
puede verse con los ojos… He visto un recipiente de este tipo atado con cadenas
de hierro al porche delantero de una abuela negra en Austin, Texas, como
reliquia de la madre de su madre por un lado, y como filtro místico contra el
diablo por otra. Porque entre los afroamericanos se cree que una cesta o un
recipiente junto a la puerta constituye una trampa para el diablo en el lugar
adecuado» (p. 108). En general, las colchas y sus dibujos, los recipientes, las
teteras y las tablas de lavar evocan recuerdos de artes domésticas y
espirituales que producían las mujeres del sur y las mujeres africanas.
Si nosotros, como americanos, utilizamos el conocimiento
que hemos adquirido a través del estudio de la obra de Bigger, comprendemos que
la construcción del porche que es tan frecuente en Estados Unidos hoy en día
procede de la casa shotgun cuyas
raíces están en África y en las Indias orientales. Entonces, nos vemos a
nosotros en otros.
Contemplar una obra de arte con los ojos del
Otro ofrece una oportunidad única de experimentar los comportamientos y las
formas de pensar que crean las diferencias. El paso siguiente consiste en
vernos a nosotros en el marco contextual del Otro. ¿Qué aspectos de la cultura
negra que forman parte de la cultura norteamericana en general nos permitirían
decir que en muchas formas somos diferentes, pero que nos parecemos en muchas
otras más? Ese debería ser el objetivo de la educación multicultural.
Notas 1. La Ohio State University parece ser
una de las pocas excepciones, porque hay algunos cursos de licenciatura y
doctorado que se centran en temas multiculturales y multiétnicos. La University
of North Texas, sin embargo, solamente ofrece un curso de educación
multicultural a través de la Facultad de Pedagogía, no a través de Pedagogía
artística.
2. En español en el original. (Ndt)
3. Véase la serie multicultural de David’s
Publications.
4. El senador Trent Lott, dirigente de los
republicanos, elogió a Strom Thumand, candidato a la Presidencia en 1948 con
inclinaciones segregacionistas. Desde entonces ha dimitido como dirigente
mayoritario del Senado norteamericano.
5. La serie Shotgun incluye aproximadamente cuatro cuadros: Shotgun (1987), Third Ward (1987), Shotgun:
Fourth Ward (1987) y Four Seasons
(1984). Otras obras anteriores de este artista (que se remontan hasta 1966)
muestran también imágenes de casas shotgun.
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