servicio educativo - laboratorio de las artes (Fundació "la Caixa"
EL
ESPECTADOR OLVIDADO
Estrategias para un acercamiento efectivo entre el arte y el público
Estrategias para un acercamiento efectivo entre el arte y el público
Para entender esta exposición
necesito un libro de instrucciones
Espectador anónimo.
necesito un libro de instrucciones
Espectador anónimo.
Tomado
del libro de visitas de la exposición Entre
los ojos.
Miguel Rio Branco, octubre de 1999
Miguel Rio Branco, octubre de 1999
Pocas veces tenemos la oportunidad de
encontrar una frase tan elocuente cuando uno termina de visitar una exposición.
Al margen de la conformidad o no con lo que afirma este espectador anónimo -en
realidad ¿cuál no lo es?-, la frase destila impotencia y perplejidad, algo
demasiado frecuente entre los visitantes de nuestros museos. Y no sólo eso. Se
vislumbra la certeza de que el acercamiento a la obra sólo puede realizarse a
través de un manual como si se tratara de aprender a utilizar un
electrodoméstico de última generación. La concepción misma del arte que asoma
es la de algo alejado de la experiencia individual, complejo y arcano, en
definitiva, un espacio en el que el espectador no se ve representado.
Seguro que a los que somos educadores de museo
nos hubiera gustado acompañarle por las salas y explicarle todas las cosas
interesantes que sabemos sobre el artista, quizás hasta el punto de cambiar sus
gustos -al fin y al cabo, todos hemos pecado alguna vez de proselitismo-. Pero
debemos preguntarnos si nuestra tendencia natural a dar respuestas hubiera sido
la estrategia idónea ya que, probablemente, sólo hubiéramos provocado un nuevo
acto de fe. Hacer posible una auténtica experiencia de conocimiento implica ir
más allá de la acumulación de datos que, en muchos casos, no son significativos
para el espectador. Por ejemplo, de poco sirve explicar el expresionismo
abstracto americano si sólo utilizamos referencias del mundo del arte que el
espectador también desconoce.
Teniendo en cuenta todo esto, nuestra labor
debería estar más orientada a suscitar preguntas que a ofrecer respuestas pues,
en general, todos disfrutamos resolviendo problemas mientras creamos las
conexiones y asociaciones necesarias para ello. Así, urge, en primer lugar,
convencernos de la importancia de los interrogantes de nuestro espectador
anónimo -y casi siempre olvidado- para, después, contribuir a una construcción
orgánica de las ideas partiendo de la base de sus conocimientos.
Este tipo de situaciones se produce sobre todo
en las exposiciones de arte contemporáneo. Y no es de extrañar si tenemos en
cuenta que las categorías tradicionales de apreciación artística que se nos han
transmitido no son operativas ante las transformaciones del arte de nuestra
época. El arte contemporáneo tampoco es analizable desde una única perspectiva
autorreferencial, por el contrario, le distingue su carácter transitorio,
fugitivo y multidireccional cuyas numerosas caras, a veces contradictorias o
paradójicas, debemos contemplar los educadores. Sólo un recorrido circular en
torno al objeto artístico entendido como caleidoscopio de naturaleza cambiante
puede ofrecernos la posibilidad de una aproximación efectiva.
Ciertamente, nuestra época postmoderna es
desconcertante y caótica. No podemos agarrarnos a un único modelo cultural y
cada estilo posee su propia noción de verdad, por ello no tiene sentido tratar
de ofrecer al público interpretaciones con pretensión de autoridad. Así, cuando
nos hacemos la pregunta sobre el sentido del arte, ésta tiene valor en tanto
que se formula, no porque llegue a una respuesta. Y si el arte cobra sentido
cuando se ofrece a la mirada del espectador, en lugar de indagar qué quiso
decir el artista, lo más importante es lo que podemos decir nosotros puesto que
lo artístico no es un valor inmanente que poseen los objetos sino la relación
que establecen con el espectador. Es precisamente ese espacio de circulación e
intercambio -en el que se encuentran también las preguntas y opiniones que
formula el público- el que los educadores debemos habitar y cultivar.
Pero de poco nos sirve un espacio de diálogo
si no tenemos el público con quien establecerlo. Hay espectadores también
olvidados que casi nunca acuden a los museos y otros que lo hacen para cumplir
con una especie de obligación cultural que la propia sociedad impone de forma
tácita pero sin ofrecerles la posibilidad de disfrutar con ello. Está claro que
no puede construirse una relación natural del público con el museo si éste no
entra en la esfera de las costumbres de los usuarios, lo cual sólo se consigue
haciendo del espacio museístico un lugar familiar y próximo, lejos de la
mitificación que lo ha convertido en el templo sagrado actual.
El
educador, entre el museo y el público
En los últimos años los museos han ido tomando
conciencia de la importancia de conocer al público que los visita. Es obvio que
resulta imprescindible determinar los conocimientos previos de la audiencia
para poder poner a su alcance los recursos necesarios que permitan a ésta
aprender a interpretar y disfrutar por sí misma la obra de arte.
Desde el conocimiento anecdótico que
proporciona la observación de las actitudes en las salas hasta los análisis
exhaustivos de carácter general basados en encuestas, se han desarrollado
numerosos estudios de público que proporcionan una información valiosísima
sobre las inquietudes, gustos, opiniones y naturaleza de los usuarios. Pero a
menudo los objetivos que determinan estos estudios y los criterios con que se
calibran los resultados son de carácter cuantitativo. Si no, basta con observar
de qué forma se ha institucionalizado que el éxito de una exposición se basa en
el número elevado de sus visitantes. Pero debemos preguntarnos: ¿cuál es la
valoración cualitativa? es decir ¿de qué le ha servido al público realmente?
Las afluencias masivas pueden ser consecuencia de la efectividad de los canales
de difusión, de la popularidad de lo que se expone o, incluso, del gancho de un
título atractivo, pero nuestra mirada como educadores debe dirigirse hacia la
calidad de la experiencia de conocimiento que ha vivido el espectador. Nos
interesa saber qué opina de la exposición pero, sobre todo, qué y cuantas cosas
se lleva al salir que no tenía -o ignoraba tener- cuando entró. Y aún
necesitamos realizar una importantísima prospección: aquella que nos permita
partir de la cultura del propio individuo para articular en torno a ella las
propuestas educativas que organicemos.
En base a todo esto, el departamento educativo
tiene un papel muy importante en la concepción de las exposiciones aunque, en
la mayoría de los casos, su intervención se limita a la transmisión al público
de los contenidos establecidos por el comisario, el diseñador o la propia
institución. Y es cierto que gran parte de la elite que habita los circuitos
del arte no facilita demasiado la conexión con el público ni la intervención
del educador y suele defender a ultranza la especificidad de lo artístico,
salvaguardando su carácter oscuro e iniciático. Pero toda la información
disponible sobre el público y la experiencia del educador pueden contribuir a
hacer de las exposiciones auténticos vehículos de conocimiento que hagan
explícitos los contenidos que los objetos ilustran. Gran parte del público ni
siquiera considera que toda exposición es una construcción que refrenda una o
varias ideas concretas con mayor o menor intensidad. Podemos ayudar a desvelar
cuáles son estas ideas pero es aún mejor contrastarlas con nuevas lecturas que
proporcionen una visión más amplia y crítica.
El Laboratorio de las Artes
En el Servicio educativo - Laboratorio de las
Artes hemos visto cómo, paulatinamente, nuestra voz se está integrando en los
procesos de generación de las exposiciones que organiza nuestra institución.
Hemos pasado de trabajar solamente con niños durante los primeros años, a
incluir a todos los públicos con el fin de contribuir, poco a poco, a la
comprensión de la información de las salas y a la lógica del recorrido.
Tratamos de ser sensibles a los cambios que se producen en el mundo de la
enseñanza, en el arte y en la sociedad, y eso se traduce en una revisión y
evaluación constantes de nuestro trabajo.
Aunque el término educación aparece
normalmente asociado a los escolares, en el Laboratorio de las Artes consideramos
que el aprendizaje no se produce únicamente en la infancia, del mismo modo que
no es privilegio de un sector determinado de la población. Precisamente, gran
parte del público adulto demuestra mucho interés por hacer de su visita a las
exposiciones una experiencia de conocimiento cada vez más intensa. Atendemos a
los escolares, a las familias y a grupos de adultos con actividades específicas
tanto en torno a las exposiciones temporales como al margen de ellas y
realizamos cursos de formación para profesores y otros profesionales del mundo
de la enseñanza.
El
público escolar
Podemos decir que el público escolar es el
principal destinatario de las acciones de los departamentos educativos aunque
entendemos que el espacio museístico no debe ser forzosamente una prolongación
de la escuela. El museo debe ofrecer experiencias de aprendizaje no formales
que se inserten en el tejido escolar de una forma transversal, proporcionando
al profesor las herramientas necesarias para que pueda aprovechar los recursos
que ofrece el museo y adaptarlos a su trabajo diario en el aula.
Si echamos una ojeada a los parámetros
tradicionales de educación en el arte, observaremos que los escolares trabajan
durante muchos años la plástica desde un punto de vista práctico y que, en general,
el primer contacto con las manifestaciones artísticas se produce en secundaria
a través de la historia del arte, es decir, a través de la periodización y la
clasificación. Tenemos, pues, a unos niños a los que se enseña a ser primero
“artistas” y después “historiadores del arte” pero pocas veces les hemos
enfrentado a la experiencia de ser espectadores críticos y de disfrutar
siéndolo.
Ya desde 1987, momento en que se consolida el
Laboratorio de las Artes con una programación estable, con nuestras actividades
dirigidas a escolares nos propusimos un objetivo que hemos procurado mantener a
lo largo de los años y a pesar de los cambios que se han producido, y no es
otro que el de contribuir al desarrollo en el niño de la capacidad para
observar, comprender y disfrutar del arte; en definitiva, impulsar la
construcción de un conocimiento que le ofrezca la autonomía para relacionarse
en el futuro no sólo con el arte sino con el mundo.
En general, nuestras actividades potencian el
desarrollo de habilidades de pensamiento por encima de habilidades manuales, la
primacía de lo reflexivo por encima de lo mimético.
Esto se materializa en un tipo de visitas
dialógicas, basadas en el intercambio de información entre el educador de sala
y el niño, que constituyen la base de todas las actividades que realizamos en
torno a las exposiciones.
Talleres: los principales conceptos tratados
en las salas de exposición tienen continuidad en el espacio del taller para
trabajar de forma práctica. Estos talleres de formato muy variado (pintura,
teatro, multimedia, performance, etc.) se basan en resolver problemáticas más
que en llevar a cabo trabajos con resultados plásticos. Organizando los alumnos
en pequeños grupos se potencia la discusión en torno a las ideas propuestas, algo
que permite comprobar que detrás de toda expresión plástica hay unos intereses
intelectuales, emotivos o reflexivos.
La visita taller: las dos partes de la
actividad se fusionan en la llamada visita-taller
que incorpora ejercicios de comprensión que se ponen en práctica en las propias
salas de exposiciones, pero manteniendo siempre los mismos objectivos. Se trata
de una propuesta que pone en funcionamiento tres estrategias: la observación,
el diálogo, y la manipulación de materiales (imágenes y objetos muy diversos).
Estos se desplazan por las salas en un carrito y tienen por objetivo ayudar al
educador de sala a explicar mejor un concepto, a ilustrar una idea y a
incorporar la experiencia cotidiana en el espacio museístico.
El arte para aprender: desde principios del
curso 2002-2003, en CaixaForum hemos incorporado una nueva propuesta que
aglutina la experiencia educativa adquirida a lo largo de nuestra trayectoria
de más de 15 años.
El arte
para aprender se plantea como vehículo para
desarrollar un trabajo a largo plazo en torno a diversos temas que el arte
plantea. Así, además de la visita conducida por educadores, se ofrece un
dossier pedagógico con información, materiales y diferentes propuestas de
actividades para realizar en la escuela antes y después de la visita. De esta
manera, los docentes pueden integrar en su programación los temas tratados y
vincularlos no sólo al área de visual y plástica sino también a otras
disciplinas curriculares.
La Colección de Arte Contemporáneo y las
distintas exposiciones temporales, nos enfrentan a experiencias de aprendizaje
que nos permiten proyectar visiones desde perspectivas ajenas a nuestra área de
conocimientos. Hablar de arte y fotografía a través de otras disciplinas (desde
el lenguaje musical, la ciencia, hasta el televisivo) o ayudar a entender el
pasado contraponiéndolo al presente, son ejemplos de propuestas que pretenden
huir de la endogamia disciplinar con la que hemos aprendido arte la mayoría de
los adultos. Frente a este exceso de fragmentación del conocimiento que se ha
producido, pensamos que áreas como expresión, técnica, pensamiento o historia
no pueden entenderse por separado.
El
público adulto
Si tenemos en cuenta que la educación del niño
se desarrolla fundamentalmente en la escuela y en el núcleo familiar,
necesariamente uno de nuestros propósitos es el de atender a estos dos sectores
de público.
Cada vez que ponemos en marcha una nueva
actividad realizamos sesiones para informar a los profesores de los contenidos
y objetivos de la misma, y les orientamos sobre la forma de integrarla en el
aula. Así mismo, organizamos diferentes cursos y seminarios con el fin de
proporcionar recursos metodológicos al docente y reflexionar o debatir a
aspectos relacionados con la enseñanza, como la interdisciplinariedad o el
análisis del currículum escolar.
Las actividades familiares se llevan a cabo
normalmente los fines de semana y se presentan en distintos formatos. Se
potencia la acción y el aspecto lúdico con el fin de hacer del aprendizaje una
experiencia compartida.
Cada actividad que realizamos va destinada a
un tipo de público y, aunque las compartimentaciones pueden ser arbitrarias,
permiten conocer mejor la naturaleza de cada sector y poder actuar con mayor
seguridad. El sector más heterogéneo es el que llamamos “público en general”,
que acude a las exposiciones y, dentro de la oferta de nuestro departamento, se
interesa sobre todo por las visitas guiadas. Aunque están basadas en los
recorridos tradicionales por las salas acompañados de los comentarios de un
educador de sala, se incorporan las expectativas y los intereses del público
con el objetivo de crear una modalidad más próxima a la charla y al intercambio
de información que a la explicación unidireccional de corte transmisivo. Si el
profesional del museo se mueve en una área de conocimientos, el espectador
tiene sus propios referentes y sus preguntas, con lo cual debemos trabajar en
el espacio de intersección entre ambos campos.
Una de las cosas que sabemos casi siempre a priori sobre el público es que la
mayoría no es especialista en arte. Independientemente de sus conocimientos, el
público está interesado en la exposición y nosotros debemos alimentar ese
interés. Como ya hemos dicho, resulta, pues, poco útil hablar de una obra a
adultos no especialistas si para ello nos apoyamos únicamente en referencias a
escuelas, fechas, estilos o técnicas desconocidos en lugar de ensanchar el
alcance de las conexiones que establecemos como educadores. Además, el arte no
aparece de manera aislada en el mundo por lo cual es necesario ponerlo en
relación con las múltiples condiciones que lo han propiciado.
Siguiendo las mismas premisas, nuestra
actividad destinada a las personas mayores, Café-tertulia
con las artes, fomenta la participación activa del espectador en un
ambiente distendido y apto para la conversación. Después de la visita a las
salas se desarrolla la tertulia que, aunque parte de los contenidos de la
exposición, puede llegar a convertirla en una excusa para hablar e intercambiar
pareceres sobre otros temas relacionados. Tanto es así que los últimos años
hemos tenido ocasión de observar en las personas mayores un crecimiento
paulatino del interés por el arte contemporáneo, decididamente propiciado por
la posibilidad que ofrece la tertulia de conectar la experiencia artística con
la experiencia individual y compartirlo.
La satisfacción que produce asistir como
educador a estas conversaciones ilustra perfectamente una certeza: que al final
aprendemos de los espectadores más que enseñamos, incluso de los olvidados.
Laboratorio
de las Artes de la Fundación “la Caixa”
No hay comentarios:
Publicar un comentario