LA CULTURA DEL ESPECTÁCULO Y LA EDUCACIÓN
EMOCIONAL
Joan Ferrés i Prats
Las tecnologías de la información y de la comunicación
(TIC) facilitan a los ciudadanos y ciudadanas el acceso a
la sociedad de la información, pero muchos prefieren
aprovecharlas para permanecer instalados en la sociedad del
espectáculo.
Desde esta perspectiva, y como educadores, nos duele
constatar que la relevancia social de la comunicación
audiovisual, convertida en forma de comunicación hegemónica
en las sociedades desarrolladas, contrasta fuertemente con
la escasa presencia que tiene en el ámbito escolar como
contenido de estudio y como forma de comunicación. Este
contraste pone de manifiesto la escasa capacidad de
renovación que suelen demostrar las instituciones
académicas.
Por otro lado, varias investigaciones promovidas por
neurobiólogos sobre el funcionamiento del cerebro humano
ponen en entredicho muchos de los parámetros en que se
basan el mundo académico en particular y la cultura
occidental en general, especialmente con respecto a la
supuesta preeminencia de la racionalidad y de la conciencia
en los procesos de socialización y de aprendizaje.
En definitiva, considero que la adecuación a los cambios
sociales exige convertir la educación en comunicación
audiovisual dentro del contenido curricular, y que la
adecuación a las aportaciones de la neurociencia exige que
este acercamiento se realice desde una atención prioritaria
a las emociones, en su doble dimensión: la movilizadora y
la cognitiva.
Desde estos parámetros debe lucharse contra el
analfabetismo audiovisual como sistema para hacer frente a
la potencialidad socializadora de las pantallas. La
educación en comunicación audiovisual tiene que facilitar a
los ciudadanos y ciudadanas la adecuada competencia
emocional. No se trata de que sustituyan las emociones por
la racionalidad, sino de que aprendan a convertir las
emociones en reflexión.
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